Y miras a tu alrededor y no ves nada, y tus ilusiones se desvanecen. Y ya no sabes que más historias inventarte para poder seguir hacia delante, porque te cansaste hace rato de compadecerte de tí mismo, porque te cansaste hace rato de vivir en un mundo paralelo, en el que tienes vida social y nada es de color negro. Y porque ya estás harto de recibir golpe, tras golpe, y que la gente te critique si paras un momento para descansar. Siempre has mirado para los demás, en vez de preocuparte por tí mismo, y ahora, todos aquellos a los que has ayudado algún día, te dan la espalda, y te desprecian, porque están demasiado preocupados en halagarse así mismos y en mirar para el piercing de su ombligo. Y no reclamas, porque tú nunca hiciste nada por obtener algo a cambio, y ahí estás, en la cuerda floja, tambaleándote, intentando quedarte en pie, a duras penas. Cansado, cansado de sufir, harto de todo el egoísmo, hipocresía y falsedad concentradas en un espacio tan pequeño. Y te cuesta sonreír, quizás porque ya lo has olvidado de ponerlo tan poco en práctica. Y recuerdas todo lo que te gustaba reír, y recuerdas todos los momentos y piensas en las sonrisas que se te formaban en la cara, pero ahora no eres capaz, ya ni siquiera de llorar, es como de película, que los ojos se te han secado y ya no quedan lágrimas que derramar. Y la frase que después de la tormenta viene la calma quizás ya no te sirva de nada, porque esta vez no parece haber calma avistada en kilómetros a la redonda. Y como en el sitio en el que estás no te quieren, pues tienes que irte a otro lado, porque en eso si que estás de acuerdo; ¿qué más dará estar solo allí, qué estar solo aquí? Que allí puedes hacerte un amigo imaginario, porque como nadie te conoce...